martes, 7 de abril de 2009

Lugares donde esconder mis poemas

Hoy he recibido un agradable email, de esos que uno no tira a la papelera sino que guarda con precaución y mimo. Una amiga me ha mandado un texto en el que está trabajando. Adjunto un breve extracto.

Sobre la superficie

La tierra húmeda huele a hierba, a mineral y a roca. Su textura es granulosa, su sabor salino y su aspecto sombrío, pero no tanto como el interior donde apenas llega la luz. En el vientre, en la cueva, en la gruta, se conoce la luz por el calor que se filtra a través de la piel o de la piedra; en la oscuridad el sol es energía, fervor y pasión.
Las palabras nacen de una gruta, la boca. El deseo mueve los labios que se abren, la corriente de aire roza las paredes de la cueva y produce el sonido.
La primera palabra es un eco involuntario: el sonido de la palabra retumbando en su interior hasta que encuentra la salida.
Durante días palpé la tierra. Una hormiga se deslizó por mi mano. Al principio no se atrevía, hasta que halló el modo de adherirse a la superficie de mi piel. Cuando quise darme cuenta una hilera de diminutas hormigas negras me habían estrangulado la muñeca.
Marlo
(Un buen día enterré un poema para exhibirlo)

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