jueves, 5 de marzo de 2009

El día que olvidé cómo eran las cosas

Una noche soñé que la lamparilla de noche escudriñaba mi rostro con su inquisitiva luz y que el despertador con su voz estridente y mordaz me describía, con la precisión de un forense diseccionando un cadáver, cómo era su interior. 
A la mañana siguiente me desperté con la piel de la cara enrojecida y un incipiente dolor de oídos. Decidí no ir a trabajar y salí a la calle con la única intención de caminar sin motivo, sin dirección. Di un paseo de ocho minutos y recogí mi primer objeto.

(Diario el sueño de los objetos)

Objeto nº 1

O, t, r, e, i, c, n, o, c, n, e. Palabras ilegibles para mí. 0, c, i, h, c. Me lo acerco a la nariz. Huele a resina, a papel contaminado, al polvo que se adhiere a la suela de los zapatos y que nos llevamos sin darnos cuenta a casa. No hay nada más acomodable que las partículas minúsculas de polvo que cubren y se adaptan sin esfuerzo a los ángulos y a las superficies de las cosas. Estornudo, una de esas letras me provoca alergia, quizá sea la n, o tal vez la o, tan negra y del tamaño de mi dedo índice.
Me disgusta la letra o, me recuerda a la cartilla caligráfica que rellenaba en el colegio con un lápiz que nunca estaba lo suficientemente afilado. Me resultaba imposible trazar una o perfecta, redonda y simétrica, sin gruesos bordes y con un rabito apuntando al cielo, el mío siempre se inclinaba hacia abajo como una margarita marchita.
Lo giró. El reverso de O, t, r, e, i, c, n, o, c, n, e, es The Austral Pink. Ante la falta de espacio urbano el tiempo acumula palabras, las superpone, las trocea, las esconde, las empaqueta, hasta que el haz y el envés no coinciden y son absorbidos por el frenético túnel de la comunicación, que engulle a la velocidad de la luz y causa el efecto de millones de bocas expulsando sonidos diferentes al mismo tiempo o el de la televisión de un solo canal emitiendo la programación de forma simultánea de todas las cadenas las 24h del día. 
Lo dejo sobre la mesa y retrocede como un caracol hasta desaparecer dentro de su misterioso caparazón. Tiene el tamaño de mi antebrazo y el aspecto de haber sido devorado por un perro rabioso. Pero su apariencia decadente y astrosa no me engaña, sé de dónde viene, le he hecho una foto en su estado natural, antes de que fuese expulsado del Paraíso mediático y todopoderoso de la exhibición.
Aldo V. R.
(pasos de ocho minutos)


Vagabundeo online

Una mañana me metí en internet. Buscaba información sobre apartamentos en alquiler. Cómo llegué a dar con él, es un misterio de esa especial naturaleza pixelada que es internet, que engulle sin masticar y sin dolor por la desmedida ingestión.
De un estudio de veinte metros cuadrados pasé sin saber cómo a una tienda online de bicicletas, vadeé un anuncio que me retaba a un test de personalidad, di esquinazo a una rubia de pechos turgentes y me topé de bruces con una viñeta de Eneko.
El flechazo fue instantáneo y dio su fruto. Espero robarle una sonrisa, si no a Eneko, a cualquiera que se divierta vagabundeando entre las imágenes que adjunto.